El Surco lntrabético que separa Sierra Morena de la Penibética, entre Antequera y Lorca, constituye una ancestral zona de paso y comunicación entre Andalucía y el Levante español. Esta región ha sido habitada y transitada desde la Prehistoria, como lo demuestran restos de instrumentos fabricados con sílex procedentes de lejanas regiones peninsulares, lo que demuestra un incipiente flujo comercial y de personas por el «Pasillo de Chirivel».
Este paso natural tuvo su continuidad en época romana, pues por el trazado de la actual carretera transitaba la Vía Augusta, que unía Tarragona con la Bética. El tramo de esta vía que discurría por nuestra comarca unía las localidades de Ad Morum (Chirivel) y Basti (Baza). Prueba de ello es el miliar, especie de punto kilométrico, dedicado a Octavio Augusto (año 8 a.c.), encontrado en la rambla de Venta Quemada y conservado en la Iglesia Parroquial de Cúllar.
Edad Media: inestabilidad fronteriza y despoblación.
Durante los últimos siglos de la Edad Media la región constituyó una zona fronteriza del Emirato nazarí de Granada frente al Reino de Murcia. La inestabilidad provocó la despoblación de la comarca y una amplia región despoblada de 50 km., ocupada por el bosque mediterráneo, que se extendía entre las villas fortificadas de Vélez Rubio y Cúllar. Era lo que se conocía como el «Campo de Chirivel », espacio solamente surcado por atrevidos pastores con sus rebaños de ovejas y cuadrillas de fronteros ávidos de botín. En el verano de 1488 la zona oriental del Reino de Granada fue conquistada por los Reyes Católicos, como antesala de la conquista definitiva de la capital nazarí, en 1492. El Campo de Chirivel fue objeto de disputas entre los nuevos poderosos: la ciudad de Baza (dueña de una amplia jurisdicción que incluía a la villa de Cúllar) y el marqués de los Vélez (señor de Vélez Blanco, Vélez Rubio y Oria, entre otras localidades). El límite entre ambos quedó fijado por la división geográfica que señalaban las aguas valientes: de un lado, las que discurrían hacia el Segura. El puerto del Contador o de Vertientes ha sido desde entonces límite entre ambas comarcas y actualmente fija la frontera entre las provincias de Granada y Almería.
Edad Moderna: con la seguridad se hace necesaria una red de ventas para albergar a los incipientes viajeros.
La desaparición de la inseguridad en la antigua frontera hizo que se recuperaran los intercambios comerciales y las vías de comunicación tradicionales. El Camino Real de Lorca a Granada volvió a estar transitado por carreteros y arrieros, mercaderes genoveses de lana y seda con destino al puerto de Cartagena, madereros franceses que explotaban los bosques de La Sagra y otras sierras cercanas, moriscos que pasaban de Granada a Valencia, compañías de soldados en tránsito y todo tipo de caminantes, peregrinos y bandidos. El largo trayecto entre Cúllar y Vélez Rubio necesitaba del establecimiento de una red de ventas para el reparo y descanso de viajeros.
Entre finales del siglo XV y las primeras décadas del siglo XVI el ayuntamiento de Baza hizo diversas concesiones de terrenos de monte, generalmente junto a manantiales de aguas , a particulares con la obligación de construir diversas ventas que cubriesen su enorme jurisdicción. A los venteros se les concedían tierras con las que abastecer su albergue «para tener en ella todas las cosas necesarias a los caminantes que por allí pasaran e para que hayan en qué se puedan reparar e albergar». De este modo surgieron la Venta del Baúl, la del Peral, la del Alama y la de Vertientes.
Venta del Alamo: precursora de Venta Quemada.
Las primeras noticias de lo que luego sería Venta Quemada datan del primer cuarto del siglo XVI. Así, la conocida como Venta del Alama fue regentada entre 1526 y 1532 por Juan Martínez de Bogarra, vecino de Baza, que abonaba un censo anual de 170 maravedís al Concejo de Baza. Hacia 1538 la disfrutaba Gonzalo del Río, junto a 29 fanegas situadas en su entorno, que «se le midieron desde el dicho álamo abaxo y llegando a unos barbechos que dicen que son de unos cristianos nuevos de Cúllar, donde está una carrasquita pequeña cabo el camino». Al parecer la venta continuó en poder de esta familia bastetana, pues en 1583 Alonso del Río arrendaba las tierras de la «Venta del Alamo que es en el Chirivel, término y jurisdicción de la çiudad de Balça» a dos vecinos de Vélez Rubio, junto a dos pares de bueyes, para que sembraran y siguieran rompiendo el monte colindante durante los siguientes seis años. La vida en estos establecimientos, mitad explotación agrícola, mitad hospedería, era realmente dura e incluso peligrosa: en 1585 la justicia de Baza perseguía a «unos valencianos sobre la muerte de Benito Muñoz, ventero en la Venta del Álamo».
A partir de la aparición de ésta y otras ventas y de la roturación de los montes, la localidad fue creciendo en población al fundarse nuevas explotaciones agroganaderas pertenecientes a miembros de la élite urbana de Baza y de otras localidades vecinas. Este es el origen de núcleos de población y cortijos que todavía hoy conservaban el nombre de sus primeros y poderosos dueños: Santaolalla, Tarifa, Malagón, Matián, Barrionuevo, Muñoz, don Pablo…
El incendio: de Venta del Alamo a Venta Quemada.
Según Cano García, en su obra La Comarca de Baza (1974), el origen de Venta Quemada es eminentemente viario en el antiguo camino Murcia Granada, que desde Vertientes se desviaba un poco al sur en relación al trazado de la carretera actual y pasaba por la Venta, llamada en principio del Alama, y situada al pie de un cerro en una zona de pinos, que casi desaparecieron e n un incendio, cambiando de nombre el pueblo. La fecha del incendio es por ahora desconocida, pero tuvo lugar entre finales del siglo XVI y comienzos del XVII. La última referencia conocida de la Venta del Alama data de 1584 y la primera con su nueva denominación de 1644.
Durante el siglo XVII Venta Quemad a se consolida como un núcleo de población formado por la posada y varios cortijos habitados por familias de campesinos de larga tradición en la zona. Así, en un reparto de impuestos realizado entre los labradores del término de Cúllar en 1682 ya encontramos a vecinos con apellidos peculiares de esta aldea, que perduran hasta la actualidad, como Juan Cañadas o Agustín y Antonio Túnez. Antes de 1961 la venta fue vendida por la familia Avalos, de Baza, a varios vecinos de Cúllar.
De la Edad Contemporánea hasta nuestros días.
En el Catastro de Ensenada (1750) aparecen diversos cortijos, entre los que destaca el de Agustín Martínez, vecino de Caniles. Pero será el siglo XIX el de despegue definitivo de Venta Quemada como entidad de población. En 1815 contaba con unos 300 habitantes, siendo la segunda pedanía más poblada del término de Cúllar. En 1887 la población había aumentado hasta las 500 almas. Este fuerte crecimiento obliga a convertir la antigua ermita en iglesia parroquial, con su anejo de Matián. En la reorganización de la diócesis de Guadix-Baza de 1868 la iglesia de Venta Quemada es considerada como «parroquia urbana de acceso», al mismo nivel que las de Benamaurel, Cortes de Baza o Freila. A final del siglo contaba con dos cofradías, las del Santísimo Sacramento y la de Nuestra Señora del Carmen. El incremento demográfico fue continuado hasta la despoblación provocada por la emigración en las décadas de los sesenta y setenta de este siglo. En 1974 la población era de 613 habitantes, pero actualmente no alcanza los 200 vecinos. A pesar de los cambios históricos y de las infraestructuras viarias, Venta Quemada sigue conservando su condición de punto de referencia y de descanso obligado para el viajero por su inmejorable emplazamiento (en la mitad del camino entre Murcia y Granada), la belleza de su paisaje y la calidad de sus viandas.