Dice la Real Academia de la Lengua que un museo es un «lugar en el que se guardan colecciones de objetos artísticos, científicos o de otro tipo, y en general de valor cultural, convenientemente colocados para que sean examinados».
¿Y puede hablar más de la cultura y raíces de un pueblo que su gastronomía típica? Es más, hay quien se atreve a afirmar, por ejemplo, que el pan (base de la cocina andaluza) es el eslabón entre arqueología y gastronomía.
Imaginemos entonces cuánto más nos pueden contar de nuestra preciosa tierra un generoso vino, rubí como la sangre que corre por nuestras andaluzas venas, un jamón de recebo, moreno como la noche del sur, un aceite de oliva virgen, dorado como el sol andalusí, o una ristra de chorizos, “coloraítos” como el fuego que les espera.
Esto, y mucho más, encontrará el visitante, y el lugareño, por qué no, en la venta de Juan Antonio Cañadas Túnez: el Museo Gastronómico de Venta Quemada, un lugar de exposición y venta pensado para probar in situ y llevar ex situ los manjares de la tierra, el mar y la granja. Exquisitas delicatessen de la cocina andaluza que, por su sabor, su calidad y solera, y como no, el cuidado y cariño que en prepararlos ponen sus progenitores, constituyen verdaderas piezas de arte… del arte del buen hacer y el mejor comer.
Por todo ello, llevarse una pieza de este museo, no solo culinaria, también un souvenir, por ejemplo, es llevarse un trocito del alma andaluz, pues el andaluz pone el alma en todo lo que guisa y la vida en todo lo que hace. Así, lo mejor al abandonar Venta Quemada es evitar irse con el estómago y las manos vacías. O como decía Juan Ramón Jiménez:
«…Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando; y se quedará mi huerto con su verde árbol, y con su pozo blanco».